Busca el contentamiento en vista del final

Nada nos desestabiliza más que el pecado que permanece en nosotros. Como cristianos, hemos sido salvados del castigo y del poder del pecado; sin embargo, todavía estamos esperando el día en que la presencia del pecado sea eliminada por completo. 

Si la causa del descontento es no confiar y atesorar a Dios por encima de todo, entonces el deseo más grande de aquel que busca el contentamiento es entrar en la Jerusalén celestial, ¡donde el pecado es eliminado por completo y para siempre! 

Nuestras dificultades con el pecado acaban siendo un recordatorio perfecto de que, al final, todo será eliminado. Cristo lo ha conseguido mediante su muerte expiatoria en el Calvario. Como cristianos, sabemos que no solo será restaurado el mundo roto, ¡sino también las personas rotas! Esto forma parte de los gemidos con los cuales nos unimos al resto de la creación. Estamos especialmente satisfechos en Dios pero no con nosotros mismos o nuestro pecado. Anhelamos cruzar las puertas de la nueva ciudad y alabar a Dios sin obstáculos, a la vez que confiamos plenamente en Él y lo atesoramos. 

Si quieres estar satisfecho, piensa menos en ti y más en Cristo

Como cristianos, lo que buscamos es recibir por completo a Cristo y todo lo que ha conseguido para nosotros. Con ello, nuestro descontentamiento queda a un lado y nos centramos en Él. Las cuatro prácticas diarias que aparecen a continuación son sumamente útiles para conseguirlo. 

Mira a tu alrededor 

Mira a los hermanos y hermanas en Cristo que están a tu alrededor. Si ves a alguien que está sufriendo, ora por él. Si ves a otro a quien todo le va bien, regocíjate con él. Si ponemos nuestra mirada en otros, en vez de en nosotros mismos, podemos ver de qué forma Dios está obrando en las vidas de su pueblo. 

Mira hacia atrás 

¿Te acuerdas de cómo era todo antes de que recibieras a Cristo? Pablo describe su estado anterior como estar sin Dios y sin esperanza en el mundo (Ef 2:12). Cuando recibimos el mensaje del evangelio y nos unimos a la fe, un nuevo mundo se abrió delante de nosotros. ¡Fue como pasar de un mundo bidimensional en blanco y negro a un mundo tridimensional y en color!

Dios abrió nuestros ojos y cautivó nuestros anhelos con su gracia. Nos enseñó a descansar en Él. Como cuando miras fotografías de tu boda, recuerda ese día con entusiasmo, esperanza y gozo y deja que canalice el contentamiento hacia el presente, sabiendo que, por la gracia de Dios, aguantarás hasta el final.

Mira hacia delante 

Incluso cuando estés mirando a tu alrededor y hacia atrás. Creyente, este no es tu hogar. Te diriges a un nuevo mundo donde mora la justicia y los gozos son tuyos para siempre (Sal 16:11). Medita a menudo en el reino venidero. 

Mira a Cristo 

La verdad es que es una fórmula muy simple: si quieres estar satisfecho, piensa menos en ti y más en Cristo. Robert Murray M’Cheyne lo expresó perfectamente:

“‘Nada hay tan engañoso como el corazón. No tiene remedio. ¿Quién puede comprenderlo?’ (Jer 17:9). Aprende mucho del Señor Jesús. Por cada mirada a ti mismo, mira a Cristo diez veces. Él es hermoso. Tal majestad infinita y, aun así, lleno de humildad y gracia, y todo ello para pecadores, ¡hasta el que más! Vive en las sonrisas de Dios. Caliéntate bajo sus rayos. Siente su ojo que todo lo ve fijado en ti con amor y reposa en sus brazos poderosos… Que tu alma se llene de un sentido embelesado por la dulzura y excelencia de Cristo y de todo lo que hay en él. Deja que el Espíritu Santo llene cada cámara de tu corazón, para que así no haya espacio para la locura, el mundo, Satanás o la carne”. 

Mirar a Cristo y las promesas gloriosas que ha conseguido para ti te llevará a un lugar de contentamiento. Charles Spurgeon lo explicó utilizando un contraste muy claro: 

Mirar a Cristo y las promesas gloriosas que ha conseguido para ti te llevará a un lugar de contentamiento

 

“El cristiano es el hombre más feliz del mundo, pero es el menos satisfecho con el mundo. Es como un viajero en una posada; se siente perfectamente satisfecho con la posada y su alojamiento, considerándolo como una posada, pero poniéndola fuera de toda consideración de la idea de convertirla en su casa. Es agradecido, pero sus deseos lo llevan hacia un país mejor, donde están preparadas muchas mansiones. El creyente es como un hombre en un barco de vela, satisfecho con su barco y con la esperanza de que le lleve al otro lado del mar. Está dispuesto a soportar todas las inconveniencias sin quejarse; pero si le preguntas si prefiere vivir en este camarote estrecho, te dirá que anhela el momento en el que podrá ver el puerto, los campos verdes y las fincas llenas de felicidad de su tierra nativa. Hermanos, damos gracias a Dios por todo lo que nos trae la providencia. Tanto si nuestra porción es abundante o escasa, estamos satisfechos, pues Dios nos la ha dado. Sin embargo, nuestra porción no está aquí, ¡ni la tendríamos aquí si pudiésemos escoger!”.

¿Ya hemos llegado? En absoluto, ¡pero lo haremos pronto!


Consigue este libro en Amazon | Andamio

Source: tgcespanol

Busca el contentamiento en vista del final