No subestimes el “ministerio de la asistencia”

La iglesia en la que te incluyes como miembro será la iglesia a la que te comprometes a asistir domingo tras domingo. Un amigo mío le llama “el ministerio de la asistencia”. Un pastor que tuve le sugería a los miembros de la iglesia que hicieran un conteo anual de los domingos en los que no asistieron a la iglesia. Creo que algunos de nosotros fuimos sorprendidos al ver la frecuencia con la que habíamos faltado.
Algunas de nuestras inasistencias fueron causa de vergüenza, pues la razón fue la búsqueda del placer innecesario. Sin embargo, también hubo bastantes razones válidas para no asistir, como emergencias laborales, visitas familiares, tal vez incluso responsabilidades ministeriales. Fuera cual fuera la razón, si no estuvimos allí, ¿cómo habríamos podido animar a otros y estimularnos al amor y las buenas obras? Es por esto que el escritor de Hebreos exhorta a sus lectores a no dejar de congregarse “como acostumbran hacerlo algunos” (He 10:24–25).
Si asistir a la iglesia con regularidad es una señal de pertenencia, otra es trabajar intencionalmente en construir relaciones profundas con nuestros hermanos
Sé de algunas personas que incluso le informan a su pastor que no asistirán a la iglesia: “Este domingo estaremos afuera de la ciudad. Oraremos por ti, por tu predicación y por la iglesia, y lamentamos no poder asistir”. Esa clase de mensaje demuestra que verdaderamente vemos la reunión dominical como un compromiso y que solo nos la perderemos en circunstancias excepcionales. Esto anima bastante a nuestros pastores.
Conocernos unos a otros
Si el mero hecho de asistir a la iglesia con regularidad es una señal de pertenencia —y una que anima grandemente a nuestros pastores—, otra señal es trabajar intencionalmente en construir relaciones profundas con nuestros hermanos en la iglesia. En algunos contextos —especialmente en iglesias grandes— este reto es mayor.
Puede que nos quejemos de que con frecuencia nos sentamos junto a alguien que no conocemos, o de que tenemos buenas conversaciones con personas que luego no vemos por seis meses o más. Pero cualquiera que sea el contexto de nuestra iglesia, los pastores serán animados cuando nos vean pensando y actuando intencionalmente para construir relaciones profundas con otras personas.
Podemos encontrar algunas ideas inspiradoras sobre las clases de relaciones honestas que se deberían procurar en la iglesia local, en un estudio de los grandes versículos de “los unos a los otros” en el Nuevo Testamento (por ejemplo, Col 3:15–17). Vale la pena ser intencional en esto: tal vez incluso hacer una lista de los hermanos con los que vamos a trabajar para desarrollar amistades de cuidado y amor que vayan más allá de lo superficial.
Esto implica tomar la decisión difícil de no construir una relación así con cualquier hermano o hermana que conocemos en la iglesia, sin importar qué tan agradable o piadoso sea. Esto se debe a que el tiempo relacional y la energía emocional que podemos invertir son limitados, y tal vez más si somos mayores, porque probablemente ya tenemos esta clase de amistades en las iglesias a las que asistimos en el pasado.
La reunión de oración: ¡la mejor noche de la semana!
Orar juntos es una señal importante de pertenencia… Es bueno, muy natural y potencialmente poderoso, orar con nuestros hermanos en Cristo
Orar juntos es una señal importante de pertenencia. Es bueno que oremos solos; también es bueno, muy natural y potencialmente poderoso, orar con nuestros hermanos en Cristo. Cuando el apóstol Pedro estuvo en peligro de muerte, “la iglesia oraba constante y fervientemente a Dios por él” (Hch 12:5). Es evidente que no estaban orando individualmente, sino que estaban orando juntos en un mismo lugar (Hch 12:12–17).
La participación activa y entusiasta en las reuniones de oración anima a nuestros pastores tanto como el hecho de que asistamos los domingos. Hagamos que la asistencia a estas dos reuniones sea una prioridad y así llenaremos de energía a nuestros pastores. Recuerdo cuando un grupo de miembros de la iglesia donde servía como asistente decidieron mudarse, al igual que nosotros, para ir a servir en una iglesia pequeña. Una de las cosas que más me animaron de esas cuarenta y tantas personas fue que, año tras año, eran los hombres y mujeres con quienes podía contar en las reuniones de oración de la iglesia.
Si no estás acostumbrado a estar en reuniones de oración, puede parecer un poco intimidante al comienzo, y puede que te pongas nervioso al orar en voz alta en un grupo. No te preocupes. Con el tiempo se vuelve más fácil y está bien incluso sentarse en silencio y orar mentalmente. Estar ahí, aunque sientas que no puedes orar en voz alta, es lo que anima tanto a tu pastor como a la familia de la iglesia en general.
Seamos miembros que se comprometen gustosamente con la iglesia; huyamos de la vida superficial y efímera del que es un simple espectador
Por último, nuestro compromiso con la iglesia se verá reflejado en un cambio sutil de mentalidad cuando se trata de nuestra respuesta a la Palabra de Dios. En mi crianza individualista occidental, mi respuesta automática a la Biblia es individualista: “Yo me inclino a pensar esto, yo quiero actuar de esta manera, yo me siento así, yo debería responder así…”. Es maravilloso cuando comenzamos a ver que nuestra respuesta es parte de la respuesta colectiva de nuestros hermanos en la iglesia local: “Estamos aprendiendo esto de la Palabra de Dios; necesitamos arrepentirnos de ese pecado; estamos sintiendo esto de una forma más profunda; la Palabra de Dios nos está moviendo de tal o cual manera”.
Seamos miembros que se comprometen gustosamente con la iglesia; huyamos de la vida superficial y efímera del que va de iglesia en iglesia o del que es un simple espectador. Tú y yo no alcanzamos a comprender el efecto motivante que puede tener en nuestros pastores el simple hecho de que asistamos con regularidad. Hagámoslo por ellos.